jueves, 14 de marzo de 2013

La Caverna

Todos salimos de una caverna. En algún momento fuimos primitivos e ignorantes de una realidad externa a nosotros. Creíamos que siempre íbamos a pertenecer a esa realidad tranquila, bella, en la oscuridad pero con el alma llena de luz. Estábamos solos, encerrados, en silencio. No estábamos inmóviles, nos íbamos moviendo, girando sobre nosotros mismos, logrando que nuestro mundo estuviera al revés de una forma natural. En esa caverna no nos faltaba nada, teníamos todo lo que necesitábamos y éramos cuidados por un ente desconocido, sólo teníamos contacto con él por su voz. Una voz que luego se transformaría en algo físico. Creíamos estar para siempre en ese espacio tan especial y perfecto.
Hasta un buen día, donde fuimos arrancados por la fuerza de allí. Obligados y perturbados por una inminente decisión desconocida, salimos de nuestra caverna entre gritos y llantos de cólera. Y entre toda esa perturbación que nos rodea abrimos los ojos de una vez. Miedosos de lo que nos esperaba. Y quedamos deslumbrados cuando vimos la luz y los que nos rodeaba en esa dimensión desconocida. Y distinguimos sombras, imágenes de personas y objetos, los astros y demás…
Reconocimos que estuvimos viviendo en una realidad distinta. Y nos sentimos desubicados en tiempo y espacio, lo expresamos entre llantos. Pasamos de manos en manos de desconocidos hasta hallarnos en unos brazos distintos… especiales, contenedores entre tanta desesperación. Una persona distinta, los latidos de su corazón nos parecen familiares, esperanzadores y dejamos de sentirnos solos. La observamos con avidez, intentando descifrar de donde nos conoce y porque nos mira como si fuéramos una bendición.
Ella, como si entendiera, con una mirada amorosa y unas palabras suaves con una voz conocida responde a todas nuestras dudas:
Hola, tu eres una bendición, mi amor, hija/o, bienvenido seas al mundo.

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